18 oct. 2007

Toujours Versailles


Regreso siempre. A Versailles hay que verlo en verano y en invierno, en otoño y primavera, al crepúsculo y al alba. Con y sin nieve. Con y sin lluvia. Y siempre será diferente y nunca nos decepcionará porque más allá de la grandeza, del buen gusto y de sus formas perfectas, del refinamiento, de la riqueza y la ostentación, Versailles tiene las mismas perspectivas que algunos grandes ejes urbanos de París y uno siempre cree, cuando se busca el horizonte, que despegaremos con alas propias hacia el Infinito.
No había visto la Galería de los Espejos después de su restauración. Por primera vez entré a las dos salitas de souvenirs napoleónicos que parecen cosa de quincalla de barrio si se les compara con el arte bajo Luis XIV y Luis XV. Volví a ver la Galería de las Batallas y por primera vez me di cuenta que entre las tantas ganadas no se ilustra ninguna derrota. Pero donde más gusto me doy siempre es en el Grand Trianon, auténtico manjar de mármol rosa. Y andaba entre los parterres cuando traté de atrapar con el lente a Mme. de Maintenon que se paseaba entre las flores que se niegan a entregar su perfume al frío.