21 déc. 2007

Mi barrio


Éste es mi barrio. Olvídate de La Habana. De la Quinta Avenida y de los leones cada vez más famélicos que descansaban como si nada en un pedestal de granito en 5ta y 42, a una cuadra de mi casa. Llevo casi la mitad de mi vida viendo lo que aparece en la imagen. Cada día, durante más de 15 años, cada vez que regreso a casa desde el Sena y los Grandes Bulevares, o desde la Ópera Garnier y les Grands-Magasins, lo que tengo, cuando se me ocurre levantar la vista, al final de la calle Laffite que va directico hasta mi casa es esto: Notre-Dame-de-Lorette abajo, coronada por la perspectiva del Sacré-Cœur de Montmartre. Una de esas perspectivas extravagantes de París.
Notre-Dame-de-Lorette es una iglesia de un manierismo bien tardío. La reconstruyeron en 1836 cuatro décadas después de que la revolución demoliera otra que, bajo la misma advocación, estaba a unos 50 metros, exactamente donde está hoy mi casa. El interior imita de maravillas a Santa Maria Maggiore y representa la arquitectura de la Restauración. La diseñó Hippolyte Lebas, la decoraron una pila de gentes (Lebœuf-Nanteuil, Lemaire, Laibié, Foyatier, Monvoisin, Vinchon, etc) y tiene un vitral de Sèvres hermosísimo, diseñado por Delorme, que representa la Asunción. Los domingos me despiertan los campanazos de la misa de las once. El Sagrado Corazón, en lo alto de Montmartre, no necesita presentación.
Cuando unos obreros de pinta portuguesa se pusieron a levantar los adoquines del patio de mi casa, empezaron a salir tibias, cráneos y otras osamentas humanas. Claro, como la iglesia estaba justo en el lugar donde hoy se eleva mi edificio y como antes de la Revolución estaba autorizado enterrar en las Iglesias, ahí quedaron sepultados los huesos de un retongonal de gente. Los obreros tuvieron que parar las obras y volver a poner los adoquines donde mismo estaban. Una mañana, me asomé y vi a uno agachado con un cráneo en la mano. Me acordé de Yorik. Yo creo que hasta le hablaba.