29 déc. 2007

Waldo Balart


Waldo Balart (en lo artístico él prefiere este apellido sin el Díaz) me anuncia su próxima exposición en Alemania. A la que asistiré sin dudas. Admiro su trabajo y me satisface lo mucho que se le aprecia en los medios artísticos germánicos. Conversar con Waldo es una fiesta. Su Madrid, el que mueve alrededor de las calles Atocha y Santa Isabel me transporta a una especie de Centro Habana que no conocí. Waldo conoce las mejores fondas de barrio, esos restaurantes de cocina familiar donde todavía se puede comer una completa con sabor al cocido de la abuela. Waldo es banense y eso no bastaría para que la conversación fluya si no fuera por el anecdotario formidable del hombre y la convicción de que el arte es el remedo contra mediocridades y vulgaridades. En el atelier de Waldo en San lldefonso hay un ascensor que me recuerda las máquinas del Piranese. Primero porque el artefacto (en realidad un montacargas) es verdaderamente inesperado, además de sui géneris, segundo porque nos sumerje en un subterráneo donde tres colores pintan de vida el Universo. Hoy llamé a Waldo para felicitarlo por las fiestas y desearle mucho éxito. La foto (en la cuadra de Waldo) data de la primavera 2007.