28 févr. 2008

El Metro de Santo Domingo.





Encuentro la noticia en El Nuevo Herald de hoy. Nada más leer el encabezamiento del post ya sabrán mis coterráneos por dónde van mis tiros. Lógico… hace rato que lo de Cuba responde más a la inercia y ya adivinamos de antemano el flanco débil, siempre y cuando conozcamos un poco la posición del que está del otro lado del teclado. No importa. La noticia me da pie para recordar lo muy atrás que la Isla ha quedado. La prueba es que todavía se evoca el Túnel de La Habana (hecho por los franceses, por cierto) como si se tratase de la última maravilla de la Ingeniería. Un poco como si los propios franceses tuvieran que recurrir al Acueducto Romano del Pont du Gard para sentirse que en otros tiempos "fueron".
Ahora Santo Domingo inaugura su Metro. Yo siempre oí decir que el de La Habana no pudo hacerse por no sé qué dificultades del terreno, la geología y el subsuelo. Me pregunto qué gran diferencia de suelo debe haber entre la capital dominicana y La Habana, y en el caso de que la hubiera, por qué entonces no lo hicieron en Santiago de Cuba para por lo menos demostrar que son capaces de algo y, sobre todo, que han tenido una mínima voluntad en remediar el cáncer crónico que es el transporte en la Isla del Antiencanto.
Como no tengo fotos del nuevo metro de Santo Domingo me coloco en uno de mis viajes a esa fabulosa gente (pues de eso se trata más bien cuando de República Dominicana se habla). A mí me encanta Quisqueya, aunque no sé si es porque me recuerda a Oriente o si porque en mi pasaporte corre sangre francesa. En la primera imagen me crucifiqué de mentiritas en la gran tarja de la Catedral primada de América. Luego se ve la Playa de Boca Chica (el Guanabo local con todas las de la ley) con mis amigos dominicanos que son siempre como familia. Después, en la casita en que Máximo Gómez y Martí le pusieron punto final al célebre Manifiesto en Montecristi. Aprovecho para contar que Montecristi está muy pegado a la frontera norte con Haití (que atravesé y quedé puesto y convidado) y que en medio del parque central hay un estrambótico reloj de estructura metálica concebido por Gustave Eiffel. Bastante feo por cierto. El personaje que aparece a mi lado, en el umbral de la Casa Museo, es el que cuida el pequeño museo que hay en ella. La última foto deja ver a través de la puerta un semióleo pseudoacadémico que representa a Martí y a Gómez reunidos. No es nada del otro mundo pero algo es algo. En el año 2004 (fecha de la foto) el responsable de la Casa se me quejó de que no había un peso ni para cambiar la bandera cubana, raída y comida por el sol que ondea, a duras penas, en el asta del patio trasero. Me dijo que ni el gobierno dominicano ni el cubano se interesaban en esta Casa que se estaba cayendo a pedazos. También me dijo que sólo algunos cubanos de Miami, cuando pasaban por allí, le soltaban unos "chavos". Con lo cual, a buen entendedor, me "tumbó" un billete de 100 $ porque ese día tenía yo la conciencia patria en la acera de los bobos, que es, como se sabe, la del sol. Y allí el sol sobreabunda. También me dijo que descendía por no sé qué línea del holguinero Calixto García. Cuando regresé a Miami le dije a dos o tres cabecillas de dos o tres organizaciones de las que tienen fondos que hicieran algo por la Casa si querían, por lo menos, anotarse un punto. No sé si lo hicieron o continuaron con los desayunos martianos de mantequilla con pan y las vigilias a Cachita-la-Sorda cerca del Mercy Hospital.
Nada, que por lo que se lee en la noticia del Herald, la oposición achaca al Presidente dominicano los gastos del metro en un período tan difícil. (Esto de "difícil" debe ser una burla porque quienes conocen bien Santo Domingo saben también muy bien cómo ha sido y sigue siendo aquello). En todo caso, a mí me hubiera encantado que la "oposición nunca reconocida ni legalizada de Cuba" se quejara de los gastos de la Casa Real cubana en la construcción del Metro de La Habana.