24 mai 2008

Marie-Antoinette: lenta rehabilitación


De un tiempo para acá Francia se ha ido reconciliando con su pasado monárquico. La figura fectiche ha sido, por supuesto, "La Austríaca", "La Extranjera", "Madame Déficit", o sea, Marie-Antoinette, sobre la que se volcaron en los umbrales de la Revolución Francesa todos los odios y frustraciones de un país exhausto por el aparato monárquico más sofisticado y costoso que haya conocido la humanidad. A las películas, libros, piezas de teatro, etc. sobre la hija de María Teresa de Austria, una jodedora de primera que nunca entendió ni se dio por enterada de lo que sucedía fuera de la burbuja de Versailles, se suma ahora esta retrospectiva del Grand Palais. En la muestra no hay nada que no hayamos visto ya, aunque disperso en diferentes museos europeos y en el propio dominio de Versailles. Yo recuerdo que en el 2001 me llamó la atención un disco publicado por Naïve titulado Musiques à Versailles. En él se compilaban piezas de Sébastien de Brossard, Marin Marais, Louis Marchand, Jean-Marie Leclair, Charles Mouton, Robert de Visée y muchos otros compositores de la Corte que habían sido borrados, durante dos siglos, del patrimonio musical francés. A la excepción de Lully, Charpentier y Couperin, que servían para mostrar que en efecto hubo un barroco musical francés, a los restantes se les condenó al olvido alegando que era música menor cuando en realidad lo que se intentaba era de darle borrón a la música del Ancien Régime. Las Revoluciones – ¡cómo no saberlo nosotros! – no sólo son antropofágicas sino que también son excelentes culturofágicas. Especialistas en borrar del mapa todo el pasado cultural de una nación. Narcisistas, al punto de sólo mirar hacia el propio culto que engendran. Si los franceses lograron echar tierra sobre la Corte más brillante y reputada que ha tenido el orbe, y todavía dos siglos después, se habla de rehabilitaciones, qué se puede esperar del resto. Versailles durante décadas se limitó al estudio de Molière, Racine, los jardineros Le Nôtre y Le Vau, unos cuantos cuadros de pintura oficial, la danza y un estilo que de Luis XIII hasta Louis XV servía para vender copias de muebles y objetos a Inglaterra o decorar apartamentos en Nueva York. Con el tiempo, la cicatriz de nuestra República (posiblemente la más monárquica que exista, dado el modo de vida, el operandi y el protocolo de este cortejo palaciego de funcionarios, ministros y pajes con libreas), se ha ido cerrando. Ahora sacan mejor las cuentas: Versailles costó mucho dinero (no vean el que cuesta la República actual) pero el Imperio convirtió a Francia de país más poblado de Europa en el de menor densidad de habitantes. Única razón por la que desde el Imperio nunca más ganamos una batalla respetable. Porque para ganar guerras en la Europa de aquel entonces no bastaba con tener mucho dinero y buenas estrategias. Lo que hacía falta era número de hombres… y Francia antes del 1800 era el que mayor capital, en este sentido, tenía. Lo demás es bobería.