1 mars 2009

Iván González Cruz / Aristóteles y Epidauro

El amigo Iván González Cruz me envía su último libro: El libro de Aristóteles (Estudio de la Poética), publicado por la Editorial de la Universidad Politécnica de Valencia. Iván tiene en su haber una docena de libros sobre José Lezama Lima y también ha publicado recientemente la novela La isla del olvido. Su peso intelectual es tremendo.
No he leído aún su Libro perdido… pero su portada me trajo un soplo de recuerdos, como el ying y el yang. En ella vemos el Teatro de Epidauro (s. IV adC), en tierra de la antigua Argólida, patria de Asclepio.

Un punto con los brazos en alto en las gradas más altas del Teatro de Epidauro.

El bueno fue un viaje durante todo un mes en que rastreé todo el Peloponeso. Era un mayo delicioso, creo que de 1998. A la excepción de una alergia que atrapé por culpa de una manta que me dieron en un hotel de Monemvassia y que vencí gracias a una pomada mágica que me vendió, por señas, una talentosa farmacéutica en Kiparissia, aquel viaje por la fascinante península griega fue un auténtico placer. (Le conté a Iván la anécdota de la monedita en Epidauro – que no contaré aquí – y le dio mucha gracia).

En las ruinas de Olimpia, Pelopo - neso.






El malo fue que por culpa indirecta de Epidauro por poco me mato y mato a mi amigo colombiano Samuel Quintero (del Mercy's Hospital), una noche del verano del 2003 en que regresábamos de cenar y atravesábamos a la 1h 00 de la madrugrada el tenebroso Downtown de Miami. Iba yo al volante (peligro absoluto a la enésima potencia), haciéndole el cuento de cómo había descubierto a la cantante griega Alexiu, cuyo CD había puesto para oírlo mientras nos desplazábamos en el carro. Y justo en el momento en que me hallaba flotando y transportado a aquella noche en Epidauro en que bajo las estrellas y con todas las gradas del teatro iluminadas por antorchas cantaba Alexiu, en ese justo momento, me comí el Stop del fondo del viejo Miami Arenas y una patrulla que venía perpendicular y a 180 kms/hora, me transportó (no a Epidauro) sino por encima del parterre de yerbitas, unos 15 metros, en la senda contraria. Quiso Dioniso, o la Atenea Cisea, o el espíritu de Policleto el Joven (arquitecto de Epidauro) que aquella mole de acero patrullera nos entrara por el capot delantero y no por la puerta del copiloto. Si me hubiera extasiado un segundo menos en los recuerdos del concierto en Epidauro, ni Samuel (que hoy vive en Barcelona) ni yo, estuviéramos haciendo el cuento. Pues de tan violento impacto la rueda derecha quedó casi al nivel de la izquierda.
Y casi cumplíamos con aquella premisa que Aristóteles dijera: "Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido". Porque íbamos en ese puntico justo del placer armonioso. Sólo que como les digo, La Pelona estaba puesta ese día para otro pobre diablo. De unas buenas magulladuras el aparatos accidente no pasó.

Y para ponerle fondo musical a la portada y a la historia hagan click aquí para oír exactamente la canción del accidente, del CD "Live 92-96" de Alexiu, chez Polygram, 1996. De más está decir que el aterrizaje en la realidad fue drástico: Haris Alexiu / Theos an einai. Pueden ver otros vídeos de la cantante griega también en Youtube.