21 avr. 2009

Roberto Cazorla / Ceiba Mocha

Ceiba Mocha, de Roberto Cazorla. En la portada el autor de niño con su abuelo.



Nunca se llega tarde a un libro. Es el caso de Ceiba Mocha, memorias de infancia del escritor y periodista cubano establecido en Madrid Roberto Cazorla. Durante mi última estancia en la capital española, Cazorla me entrevistó y me extendió este libro suyo publicado en 1997, por la editorial Betania. Recién acabo de leerlo y me sorprendió agradablemente su estilo franco y tratamiento del lenguaje. Por otra parte, me sobrecogieron las historias y los personajes reales de esas memorias de infancia en un pueblecillo del campo cubano entre La Habana y Matanzas. Creo que, al respecto, y en el sentido de un acercamiento a temas sociológicos para entender al "ente cubano" este libro es esencial. La crueldad, la desolación, la violencia, el brete, la envidia, unidos a las tradiciones, la capacidad de invención para sobrevivir, el lenguaje, las costumbres, hacen de este libro que yo desconocía, una bibliografía básica para entender las relaciones sociales y sicológicas entre individuos en un caserío agrícola cubano de los años 40. Pues Cazorla describe en él sus doce primeros años de existencia en Ceiba Mocha y lo hace quitándose la máscara (y quitándosela a sus coterráneos): el sadismo de su padre, la miseria atroz de su hogar, la bugarronería del ayudante del cura, las relaciones entre las dos únicas prostitutas del pueblo con el resto de la gente, la extraña lógica de la justicia y de la guardia rural, la historia de familias que tal parece cayeron allí después de un cataclismo y que se comportan como productos de ese mismo cataclismo, el abismo entre gentes de una misma familia con respecto a la posición económica, el descubrimiento de la homosexualidad, el pintoresquismo de personajes increíbles, el mundo del circo ambulante, de las fiestas patronales, de los entierros y veladas fúnebres, de las epidemias colectivas, de la muerte prematura por enfermedades, del hampa local relacionada con los garitos (su padre formaba parte del tema), etc., hacen de Ceiba Mocha un libro de franco aprendizaje para los que no conocieron aquella época y puedan enriquecer su visión desde este ángulo sin temor a que le estén pasando gato por liebre.

Porque Cazorla en su biografía cuenta que fue limpiabotas, cocinero, cuidador de tumbas, vendedor de periódicos, aguatero de circo, etc. durante su infancia en Cuba. A los 12 años se traslada de Ceiba Mocha a Matanzas donde repartió cantina, vendió tamales y fue empleado de varios comercios. Estudió en Matanzas (siempre de noche) y estudió, como pudo, arte dramático con la profesora Irma de la Vega. Debutó como actor en la obra Monsieur Patelain, en el Palacio de los Yesistas. A los 15 años fundó en Matanzas el Grupo Teatral Atenas representando obras de su propia autoría y otros clásicos universales. En 1953 se graduó en el Conservatorio de Arte Dramático de La Habana y se fijó en la capital cubana donde comenzó a trabajar para la radio y la televisión a la vez que la alternaba con su carrera como actor y como empleado del departamento cultural de la embajada de Francia en Cuba. Su última actuación en La Habana fue en la comedia El bello Antonio exhibida en la Sala Arlequín y dirigida por Rubén Vigón, junto a la actriz María de los Ángeles Santana.

En 1963 se exilió en España (hace 46 años que no ha vuelto a pisar tierra cubana). Ha publicado once libros de poesía y dos de cuentos. Vivió en Chicago y desde 1965 trabajó como periodista de la Agencia de Prensa Internacional EFE. Posse medio centenar de placas y premios entre los que cuenta el de "Hijo Predilecto de la ciudad de Miami" y el premio de cuentos "Ciudad de Badalona", en España. Dice deber a la poetisa matancera Carilda Oliver Labra su entrada en el mundo de la cultura.

Agradezco, por otra parte, a Roberto Cazorla, la entrevista que me hizo y publicó en el semanario Libre que acaba de salir. Y dejo aquí la portada de su libro, su dedicatoria y mi recomendación sincera de lectura.