10 févr. 2010

En la Revista Hispano Cubana / mi reseña para Odette Alonso

En el último número (35) de la Revista Hispano Cubana, mi escrito sobre esa poeta grande de verdad que es Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964). Cuelgo el artículo al final pues la revista la ponen on-line cuando sale el número siguiente. El número viene cargadito: una reseña de Yoani Sánchez al libro de Juan Juan Almeida Memorias de un guerrillero cubano desconocido, así como de la misma Yoani su entrevista a Barak Obama. Hay un homenaje hermosísimo de mi amiga Irma Alfonso al también querido amigo fallecido Roberto Fandiño. Al que se suma otro de la mano del editor Pío E. Serrano. Me agradó leer la reseña de Elías Amor sobre la novela de Iván González Cruz La isla del olvido y la de otra excelente poeta, Elena Tamargo, sobre el poemario Velo de cristal de Manuel Vázquez Portal. La revista trae un relato de Jorge Olivera Castillo, ex prisionero de la Primavera del 2003 aún en La Habana sin que le dejen salir de la Isla. De Jorge Olivera reseñé hace algún tiempo su libro Huésped del Infierno, así como de Regis Iglesias Ramírez (aún preso) preparé la edición de su poemario Historias gentiles antes de la Resurrección. La revista trae un enjundioso dossier titulado "Pensar a Cuba" que aún no he podido leer.





Odette Alonso ante el espejo de los hombres
William Navarrete

Primera novela de la poetisa y editora cubana Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964), Espejo de tres cuerpos, publicada por la editorial Quimera, México, 2009, es una obra novedosa en el panorama de la narrativa femenina cubana. Uno de los pocos precedentes al respecto, y, salvando las distancias, pudiera ser la obra de la feminista cubana Ofelia Rodríguez Acosta y en específico su novela La vida manda, de 1929, sutilmente velada.

Detrás de un drama que puede parecernos corriente en nuestros días, la autora marca importantes hitos con respecto a la homofobia y los efectos de la discriminación en sociedades como la mexicana, donde el peso de la tradición, la religión y las convenciones convierten a la homosexualidad en una tara que rechazan incluso las personas allegadas a aquellos cuya preferencia apunta al mismo sexo. Odette Alonso coloca a los hombres ante su propio espejo. Un espejo en el que cabe todo el Universo porque atañe a cada uno de sus habitantes de cualquier sexo e inclinación al respecto.

Ángeles es una mujer madura que ha sufrido un divorcio traumático cuyo fruto ha sido Raquel, una adolescente soberbia, inestable y rebelde. En una reunión entre colegas de la Universidad en que la madre ejerce como profesora, intima con Berenice, una joven profesora que vive abiertamente su homosexualidad. La atracción entre ambas se produce como un flechazo y Ángeles impone (no sin fuertes conflictos y grandes dificultades) la presencia de Berenice a su hija, bajo el techo que comparten. Con el tiempo, ocupada por su trabajo y sus ambiciones profesionales, Ángeles descuida su pareja y atiende poco a su hija. Berenice y Raquel se convierten en amigas hasta que esta última, entrada ya en la adultez, se enamora de la compañera de su madre. La pasión entre ambas, oculta en un inicio, terminará por generar un auténtico drama en el que todos los personajes (amigos y parientes) se verán implicados de algún modo.

Espejo de tres cuerpos no es una novela descarnada. Las escenas eróticas fluyen con normalidad y en sus descripciones sensuales no acentúa la autora ningún aspecto de exhibicionismo vulgar sino que, justo en esos momentos, vemos aflorar la madera poética por la que se le conoce en el ámbito de las letras cubanas contemporáneas. Lo descarnado en esta novela es atreverse a publicar en un país con las características de México una obra en que la homosexualidad femenina no deja resquicio alguno a otro tipo de sexualidad, sino que ocupa la vida de los personajes principales, tal y como sucede en realidad en el medio de estrecha complicidad que se establece casi siempre entre personas con similares afinidades sexuales.

Odette Alonso sabe narrar. No hay premura que la haga saltar etapas, ni hay regodeo inútil en escenas de las cuales un libro puede siempre prescindir. La autora ha trabajado esta novela con las herramientas de quien sabe muy bien qué es una novela y qué no lo es. Intriga, suspenso y activa participación del lector en los sucesos de la trama son excelentes indicadores de la calidad del libro. No debe extrañarse quien lo lee al verse buscando soluciones, prediciendo desenlaces, implicándose en las escenas, tomando partido, deseando que pase tal o cual cosa. El final es, en consecuencia con todo ello, inesperado y en cierta medida misterioso.

Por ello es un libro de pasión: de pasión de la autora por las letras y de pasión de sus personajes por la vida. La trama exige que estemos atentos a sutiles diálogos, a previsibles circunstancias y el lector penetra en esa historia sabiendo que no podrá quedar indiferente ante el cariz que van tomando las situaciones. Por momentos, la novela se vuelve un remolino que aspira hacia su centro – el meollo del conflicto – tanto a los personajes como al lector. Es ese centro de atención lo que permite entender que Espejo de tres cuerpos es un libro construido a partir de un fundamento, de una idea. Un libro que saca provecho de la posibilidad de exponer la misma y de debatirla en la palestra pública. Un libro de ideas es un lujo en nuestros días, sobre todo si entendemos que sobreabundan aquellos que no trascienden el umbral de lo anecdótico de abrumador pintoresquismo.

La autora radica en México desde 1992. Desde allí ha publicado el libro de relatos Con la boca abierta (2006) y los poemarios Palabra del que vuelve (1996), Linternas (1997), Visiones (2000), Diario del caminante, Cuando la lluvia cesa (ambos del 2003) y El levísimo ruido de sus pasos (2006). Por consiguiente, lo esencial de su obra se ha desarrollado en ese país, desde donde ejerce como editora y comunica mediante su bitácora personal Parque del Ajedrez [ver en los enlaces de este blog), con lectores y amigos de todas partes. Todo este caudal de creación desarrollada en tierras mexicanas la sitúa en posición privilegiada en cuanto al uso del castellano coloquial en esa región del mundo hispanohablante. Sus personajes, y en ocasiones la voz interior del narrador, se expresan, reaccionan y viven "a la mexicana".

En su portada (obra de Marta María Pérez) exhibe a una mujer de espalda tratando de liberarse de las ataduras. Odette Alonso ha roto, para enriquecerlo y diversificarlo, muchas ataduras. Entre ellas, el estrecho marco del provincianismo literario cubano. Ha obtenido, en consecuencia, un delicioso libro que me parece excelente ejemplo de universalidad.

Espejo de tres cuerpos
Ed. Quimera, México, 2009, 185 pp.