11 mars 2010

Dublin

La capital de Irlanda es una ciudad acogedora. De modestas dimensiones y concentrada entre el barrio de vida nocturna de Temple Bar y, del otro lado del río, Connell Street. Para haber sido uno de los países más pobres de Europa hace tres décadas la vida es, en general, extremadamente cara. La comida que es un auténtico desastre es superior, en precio solamente, a la de un restaurante medio de París. La cerveza, en cambio, cae en cascadas y una Guinness, de lo buena que es, no puede compararse con la misma comprada en otro país. La pastelería (como la americana, de hecho) es de una tristeza infinita. La interjección que la describiría mejor es simplemente "plafff". O sea, como un tortazo multicolor, artificial y mal hecho por un colegial que para que pase sus ratos de ocio la madre le deja innovar en la cocina con productos tan nocivos que se convierten en la causa de acné de toda una clase. La gente, en cambio, es encantadora, excepto cuando se pasan de tragos y se vuelven grotescos. En los "pubes" cantan en gaélico unas canciones guturales que si cerramos los ojos imaginamos a alguien vestido con piel de oso detrás de aquella desgañitada voz. Todo eso, de vacaciones, tiene un encanto sublime. Amén de que la ciudad posee espectaculares museos y una movida nocturna bastante frenética.

El Dublin Writers Museum en lo que fuera el palacete estilo jorgiano de Jameson (fundador de la célebre marca de whiskey irlandés). En las salas manuscritos y obras principes de Joyce, Swift, Shaw, Beckett, Stocker, Bihan y el mundo colorado. Por ahí pongo la primera edición de Ulises y Dracula. El audioguía es excelente y tiene incluso pasajes enteros de Ulises dramatizado con el acento típico dublinés.







El Gran Correos Central de Dublín, un edificio altamente simbólico por cuanto gran parte de los conflictos políticos del siglo XX empezaron en su gran sala, incluida la independencia de Irlanda:





El monumento más visible, y menos visible a la vez, de Dublín. Una altísima flecha sin ton ni son erigida en el lugar que ocupaba la dinamitada (por el IRA en su tiempo) del almirante... inglés... Nelson. Lo mejor es la perspectiva de un atardecer soleado en Dublín. La sabia naturaleza rectificando siempre nuestros errores. No entiendo cómo hay gente tan torpe que se dan cuenta de las ventajas multiples del ecologismo:




Las fachadas de ladrillos rojos y las puertas de colores chillones. Me imagino que para facilitarle la vida a los maridos que las encontrarán mejor en medio de la niebla y el chinchín cuando regresan pasaditos de tragos de los pubes:




Las carnicerías son una belleza. Ahora bien: no sé dónde meten esas exquisiteces cárnicas porque para encontrar un restaurante que valga la pena hay que bajar a San Patrick del séptimo cielo:



Temple Bar, el barrio de los bares y vida nocturna que no se llama así por los bares como todo el mundo cree. Eso es como el Quartier Latin de París que la gente cree que es "latin" porque está lleno de latinos y en realidad se llama de ese modo porque los estudiantes de La Sorbona hablaban en latín... hace 3 siglos.