31 juil. 2010

El Museo Oceanográfico de Mónaco

Dicen las malas lenguas de la Riviera (y a las malas lenguas de la Riviera hay que temerles) que el alga asesina que se ha extendido por buena parte del fondo marino del Mediterráneo y que ha arrasado con todo lo que encuentra en su progresión imparable, salió del célebre Museo Oceanográfico de Mónaco cuando, por descuido, limpiando una de los peceras del mismo, la dejaron salir por las tuberías en dirección del Mare Nostrum. De ser cierto, más valdría que penalizaran al Principado y que pagara con los beneficios del Casino un año entero de limpieza de toda la costa, en vez de andarse con las tontadas esas de la nueva princesa y todas esas lentejuelas de opereta de barrio italiano. Pero estas breves reflexiones-indignaciones no me impiden visitar una vez más el Museo Oceanográfico que en tiempos más gloriosos fundara el ancestro de lo(a)s principito(a)s actuales:

En los Jardines Exóticos del Museo Oceanografico una estatua del Albert I, príncipe navegante y explorador que fundó en 1889 esta institución.

No es menos cierto que la pecera gigante del Mar de Corales es un sitio increíble, gustenos o no el tema de los Acuariums. El huésped más antiguo del de Mónaco es una morena chocolate (se llama así) encontrada en Antibes en 1968. El famoso pez piedra mete miedo y el efecto de su mordida ni hablar. Uno termina por descubrir cosas tremendas en este lugar.

En el Museo Oceanográfico de Mónaco hay cantidad de cosas interesantes: esqueletos de animales acuáticos, animales acuáticos en formol, objetos valiosos fabricados a partir de elementos acuáticos y hasta la primera escafandra acuática del siglo XVIII, o sea, todo un mundo acuatiquísimo.

Este artista anglonoséqué (para el nombre pulsar sobre la foto del afiche en la fachada lateral del Museo Oceanográfico de Mónaco) ha hallado residencia (por suerte temporal) en dicho Museo. Es cierto que tiene algunas obras buenas: las que corresponden a tiburones disecados y sin que intervenga su mano "creadora" en otra cosa que en la disecación misma. Las restantes (la mayoría), nos dejan la lamentable sensación de que nos hemos perdido algunas piezas de la colección permanente del Museo por haber sido desplazadas para que sus "déjà vus" adefesios ocupen su lugar. Esperemos que el publico se sienta menos esquilmado que esas pobres ovejas escocesas que ha encerrado en una caja de cristal.