14 juil. 2011

El golfo de Taranto - del lado de Apulia

© Fotos William Navarrete

El golfo de Taranto, que corresponde, en la bota italiana, al arco de los pies del que siempre escasearon los míos, cosa que no me ha me impedido darla la vuelta al mundo. Son muchos los pueblecitos costeros que vale la pena visitar. Una ciudad en medio de todos: Gallipoli (una belleza,aunque de gente poco amable). Luego, sucesión de playas tan o más hermosas como las de cualquier isla del archipiélago de Las Bahamas, sobre todo entre San Pietro in Bevagna y Campomarino. Cuando digo que esa costa es una belleza, pónganlo en superlativo.

Las cuatro torres de la derruida fortaleza de S. Maria al Bagno.

Entre S. Pietro in Bevagna y Campomarino, la costa no tiene parangón. No hay misterio alguno en cuanto a la razón: es una Reserva Natural

Torre Colimena, una de las tantas torres del sistema defensivo encargado por Carlos V a lo largo de la costa de Apulia.

Otra de las torres de Carlos V: Torre Lapillo. La playa de este pueblecito es una tarjeta postal.

San Pietro in Bevagno: barcas de colores, caletas de azur y dunas violetas.

Gallipoli. La ciudad es bellísima pues su parte antigua es una isla unida por un puente (del que a mano derecha queda este castillo normando) a la parte del siglo XIX. Aun así fue la que menos me gustó. Llegamos tarde y encontrar un hotel fue las de Caín. La parte antigua es intrincada. Los pescadores tejen sus redes al pie del castillo. Una gelateria inolvidable: l'Accademia del Gosto (estilo siciliano de fines del XIX). Ni hablar de sus granitas:

Gallipoli.

Nardo no está exactamente sobre el golfo pero a pocos kilometros tierra adentro. Este es su castillo, también posee una maravillosa plaza barroca llamada Salendra. Las villas y mansiones estilo "belle-époque" a orillas de la carretera que sube a Nardo son "quelque chose".

Aunque Santa Cesarea Terme no se halla en la costa Oeste de Apulia (o sea, en el golfo de Taranto), sino en la costa Este (la del Adriático), pongo la vista de sus pintorescos arrecifes porque vale la pena llegarse hasta esta antigua estación termal del siglo XIX con su encanto "démodé".