5 nov. 2011

Art Boston - Torino

Llegar a una ciudad. Querer penetrar, si no todos, al menos algunos de sus misterios. Ver (o no ver) con sus propios ojos lo que ya hemos leído u oído de ella. Todo eso comienza por buscar cuartel en algún sitio. Hemos llegado a Turín (prefiero su nombre en italiano: Torino, más taurino) y nos hemos instalado en un hotel de fachada art-deco (1930), enteramente remodelado en eso que suele conocerse hoy como "desing": un estilo modernoso de buen gusto, medido, pulcro y asexuado, ni tan sobrio, ni tan frío, ni muy cálido, ni muy nada, con toques de originalidad esnob, algo así como medio etéreo, con tendencia a descomponerse (en francés me encanta el verbo se deconfiter) en cuanto le caigan encima unos pocos años. Un estilillo que mi abuela hubiera tildado de "nifú-nifá" y que es el estilo preferido de todos los que no saben nada de estilos. En eso caímos sin premeditarlo, sin darle mucha cabeza al tema y simplemente por pura estrategia geográfica más que por otra razón. Pues bien, tampoco es que tuviéramos de qué quejarnos porque casi todo es tan metódico y pulcro como el propio concepto de "desing".

Ahora bien, quien no soporte el calor que se desprende de un sistema de calefacción defectuoso (y probablemente obsoleto) que no se asome ni siquiera al umbral de este hotel. Desde el lobby, pasando por ascensores, pasillos, cuartos y salones, hasta terminar en los baños (turcos o tuquísimos) de las habitaciones, el Art Boston es una auténtica parrilla y Ud. es el pollo que se asa en ella sin necesidad de que le den vueltas. No hay manera de bajar la temperatura de ese artefacto asesino pues aunque unas ruedillas de funcionamiento incomprensible ofrecen la ilusión de que podrá regularla, la temperatura real es colectiva y sale de unas calderas invisibles en las que sospecho debe hallarse el Diablo, frotándose las manos delante de la llama que él mismo alimenta, en lo que los clientes se achicharran sin que Dios se dé por enterado. Y es que en los hoteles de Italia la Bella siempre hay algo que no funciona para recordarnos que... estamos en Italia y que la belleza, de algún modo, cuesta lo suyo.


Art Boston



El bar.



La biblioteca.



El cuarto



El cuarto



El baño del breakfast room.



El jardín pseudojaponés