10 juin 2012

Hoy en El Nuevo Herald sobre la novela Madrid y yo


Hoy escribo en El Nuevo Herald sobre la novela Madrid y yo (Ed. Planeta) del escritor colombiano afincado en el Loira, Francia, Andrés Candela:

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Madrid y yo: un combate en las arenas de la vida
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 10 de junio de 2012

El escritor colombiano Andrés Candela, nacido en 1977, ha vivido lo esencial de su vida en la ciudad de Medellín, Colombia y los últimos ocho años en Francia. Su primera novela, Madrid y yo, publicada por la Editorial Planeta y prologada por Uriel Hernando Sánchez, le ganó el apoyo y recomendación del escritor español Fernando Savater quien, al referirse a ella dijo: “A través del enfrentamiento con el toro en la corrida, es una reflexión poética sobre la lidia con los amores y con la vida misma”.

Madrid y yo nos cuenta, en primera persona, la vida del torero Miguel Madrid, fruto de la imaginación del autor. Nos adentra con certeras y escuetas pinceladas en el ámbito familiar, social, profesional y sentimental de un hombre cuya férrea voluntad le ha colocado de cara a la fama y al éxito. Nacido en el recoleto medio de la pequeña burguesía de la capital española, Miguel debe vencer los obstáculos familiares -un padre convencional y dos hermanos antipáticos- para imponer su vocación taurina. Su madre (de quien toma incluso el apellido), su novia (una italiana llamada Alessia con quien sueñan casi todos los hombres que saben de ella) y un cura aficionado a los toros, serán sus únicos pasaportes para introducirse, a una edad en que para otros hubiera sido demasiado tarde, en un universo de estricta disciplina y devoción incondicional: el de la tauromaquia.

Uno de los grandes aciertos de la novela es la cantidad de información y acontecimientos que aparecen condensados en apenas unas 190 páginas. La novela transcurre en medio día: el tiempo entre el desayuno y el almuerzo de los dos protagonistas, en que hacen un bosquejo de los momentos esenciales de la vida de Miguel Madrid y el presente en que ambos personajes se han unido sentimentalmente. Lo sorprendente será la identidad de quien narra, o sea, de la persona que, contra todo pronóstico y esperanzas, se ha convertido en la pareja oficial del viril torero, de quien notorio es el éxito con las mujeres y lo envidiada de su posición al convivir con una de ellas: Alessia, que reúne todas las virtudes físicas y espirituales hasta ser idealizada como símbolo de quimera para casi todos los hombres que sueñan tenerla como pareja. No será hasta el final de la novela en que el lector descubrirá la identidad de quien nos cuenta la historia del torero y la propia.

Miguel Madrid posee una finca de ensueños llamada La Matilde. El día de su 40 cumpleaños decide reunir allí a sus mejores amigos para ofrecerles una representación taurina única y diferente, teatral y casi operática, en que le perdona la vida al animal, reduciendo la representación al exacto tempo del Bolero de Ravel, pieza que acompañará todo el espectáculo. Esa noche se convierte en el punto de partida para que los dos protagonistas se conozcan. En ese ruedo de intensidad dramática en que Madrid es, una vez más, el centro de atención, nace el amor y con éste, la novela.

El autor había escrito en el 2008 Cartas desde la zona de distensión, una novela en la que abordaba el conflicto colombiano desde una óptica poética e histórica. Columnista de varios diarios y semanarios de su país, está suficientemente informado de las particularidades de la sociedad colombiana y ejercita su ojo crítico con respecto al mundo en que vive mediante sus crónicas y reportajes periodísticos. Ha pasado gran parte de su vida y formación en Medellín, ciudad donde estudió en su Universidad y aunque los toros también se practican en esta última confiesa que nunca asistió a ninguna representación en los ruedos paisas.

Andrés Candela no ha sido un aficionado de los toros. Escribir esta novela lo obligó a explorar concienzudamente un universo del que ignoraba casi todo. Nos habla de ese ámbito con propiedad, y le encantaría que se le perdonase la vida a esos animales que durante 15 años crían para las lidias. “Medellín -ciudad donde me crié- está llena de fiestas taurinas que para mí no son otra cosa que una apología de la mafia con una burda mezcla de las ventas españolas”, aclara cuando intento encontrar en sus orígenes la génesis del tema de su novela.

Actualmente reside en el llamado País del Loira, esa región francesa ajardinada y fértil en que se erigen los célebres castillos del Renacimiento francés. De hecho, Andrés Candela vive casi al pie de uno de éstos: el de Montsoreau, a orillas del caudaloso y ancho río francés. Ha enseñado en universidades e institutos de la región en que reside y acaba de poner punto final a una novela de temática cubana que ha titulado tal vez provisionalmente, Verano indio, en que cuenta la fascinante vida de un exiliado santiaguero en Nueva York durante las tres primeras décadas del exilio cubano.

A juzgar por la calidad de la prosa en su anterior novela y la perfecta imbricación de hechos que forman su trama, la expectativa con respecto a su próxima publicación es significativa. Y es que en Madrid y yo “todo salió de un plumazo, a borbotones y temo que no sea fácil encontrar esas condiciones”, me confiesa al indagar sobre la obra. “Es una novela que puede demostrar que la felicidad sí existe, pero no de la forma en la que nos han enseñado a verla y construirla”, afirma. La novela recuerda el ámbito de la España postfranquista, aunque los hechos narrados correspondan más a nuestro tiempo. Vista en su conjunto es un homenaje a la libertad tan difícilmente conquistada, a la vez que frágil. Cuando esta libertad se adquiere también a título personal no cabe dudas de que la obra se convierte entonces en un canto a la lucha que todo individuo debe llevar a cabo en las arenas de su propia vida.

El Nuevo Herald, 10 de junio de 2012

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